Las heridas del apartheid todavía duelen en el corazón de las divas sudafricanas Thandie Klaasen y su hija Lorraine. Defensoras de la resistencia, vinieron a la Capital del Arte Joven para hablar de sus martirios y disfrutar el talento de nuestros artistas.
En el espacio Memoria Nuestra confesaron lo maravilloso de venir a Cuba y su cariño por este pueblo. Thandie considera que “la música y la manera en que los cubanos mueven el cuerpo es fantástica” y a su regreso a casa cantará las sensaciones experimentadas en la Isla.
Emocionada, improvisó para nosotros, y sus melodías repetían una y otra vez I´m a Cuban sister...Con lágrimas a flor de piel, Thandie recordaba su tormentosa infancia: a su padre zapatero maltratado; la destrucción del negocio que sostenía a la familia y cómo siendo apenas una niña gritaba sus canciones protesta ante la represión policial.
A esta guerrera no la detuvieron ni las torturas más crueles. Su amor propio y poder interno constituyen su mayor fortaleza, por eso grita que su belleza permanece intacta. El dolor la forjó en acero, los blancos y policías que la dañaron, la hicieron más fuerte. “Fue realmente difícil, pero Mandela nos ayudó a lograr nuestra libertad”, sentenciaron sus sollozos.
Lorraine, heredera del talento musical y el espíritu redentor de su madre, expresó el placer de pisar nuevamente tierra cubana y admiró nuestra confianza en la juventud y en la cultura. “Lo más importante de este Festival de Juventudes Artísticas es la posibilidad de conocer Cuba y compartir con sus excelentes músicos”.
Cuando la televisión se instalaba como imán de las miradas en gran parte del mundo a Lorraine le estaban prohibidos estos privilegios. Mientras la gente copiaba el estilo americano, ella se quedó con sus raíces y decidió defenderlas contra viento y marea.
Thandie Klaasen es una sobreviviente del apartheid insensato, tan hostil como el nazifascismo desatado en Europa. Una hija del continente negro, que no se doblegó ante los azotes del colonizador blanco. Una diva que cantaba junto a Miriam Makeba y Dolly Rathebe, pero a diferencia de estas, permaneció en su país y batalló a golpe de canciones contra las armas que teñían de sangre su suelo sudafricano.
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