miércoles, 26 de mayo de 2010

Maniserías de mayo

Por Joaquín Fernández Moreno

Y será otra vez. Y volverá, dentro de doce meses, el encuentro de siempre. Viene el aire, escasísimo para casi un agosto cubano en mayo, escurridizo como el amor, para espantar los malos espíritus; ruedan papeles y desperdicios a los pies de los caballos y bicicletas, en un Guernica de solidaridad y entendimiento.

Jamás esperemos a que un pregón grite a los mil vientos que las próximas guerras serán a fuerza de poesía, y que las canciones de la alegría de Beethoven encuentren nuevos oídos sin agujeros, y los invisibles huecos negros de la capa de odio puedan cubrirse con las insustituibles alas de las palomas.

El maní viene a ser una especie de resguardo para los cubanos, tanto para el frío como para el calor, para la hostilidad como para la renquera. “Si hay maní, hay money, si no hay money, no hay maní”. Juro que ningún visitante a Holguín, Ciudad cubana de los Parques, haya obviado el slogan, desde las brasas de una fogosa lata, ofertando tras una voz de siempre, el manjar especial para los de adentro y los de afuera, para acompañar el sorbo etílico, o para congelar el llanto de un pequeño, o simplemente, brindar por la paz y la vida.

Por la tiranía del tiempo, se van las Romerías de Mayo, como cada año, y los pregoneros de nuestra única piel, con sus calientes cucuruchos rellenos de grasa y hemoglobina, esperan la extensión de una nueva visa para continuar siendo, pese a la lluvia o la sequía, los pregoneros de la fe y la esperanza de siempre.

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