miércoles, 26 de mayo de 2010

XVII Romerías de Mayo: el último desfile

Por Carlos Melian Moreno

El último desfile, el que salió desde la calle Libertad hasta la plaza de la Revolución concluyó con un gran concierto donde tocaron todos o casi todos los participantes musicales de estas finalizadas XVII Romerías de Mayo. Luego, fue la siembra del árbol, y la subida del hacha hacia el edificio más alto de la ciudad.

Un “caballito”, y un carro de bomberos, abrieron el paso de la caminata que salió del parque Calixto García. Después siguieron los romeros, es decir, los poetas, los músicos, la mayoría jóvenes, frikis, raperos, o universitarios que cada año llegan aquí a pasarla bien, a sentirse menos solos y a conocer nuevos colegas, propuestas musicales, pintores y dejarse llevar por un evento que no descansa y donde mucha gente parece estar, la verdad, en medio de un constante hapenning.

Unas veinte banderas de diferentes países eran hondeadas por los delegados y sobre un carromato iba acostada la réplica gigante del hacha de Holguín, uno de los símbolos, junto a la Loma de la Cruz, de este evento, que por cierto, es totalmente laico, y aunque combina las raíces y la modernidad, el empuje, la gran puesta, la arman los jóvenes menos formales de Cuba.

La caravana llegó a las ocho de la noche y hubo que esperar hasta las doce, así que correspondió a tres canciones por grupo. Estamos hablando del Renegado, Brasil; la QuimiK, Cuba; NEGRONS, Cuba; Tolerancia, Cuba; Peoples Poets, Canadá; Tierra Firme, Cuba; Faith Nolan y las Cantantes de la Libertad, Canadá, entre otros.

No todos siguieron la orden, por supuesto, algunas intervenciones parecieron interminables, así que algunas personas prefirieron estar allí y otras mover las piernas hasta el edificio donde sembrarían el árbol, y elevarían el hacha. Si uno levantaba el cuello desde las vallas, podía ver que miles de siluetas vibraban allí, de donde también venían estallidos musicales.

Cuando la versión salsera de la novena sinfonía de Beethoven a cargo del grupo D clase, cerró el primer bloque de conciertos, salió nuevamente la caravana de banderas, y se terminó el ritual del hacha. En las bases del inmueble, hubo unos cien muchachos jalando la gran soga que elevó el hacha hasta la punta del rascacielos. Esta ceremonia fue la viquingada de siempre: hay que estar dispuestos a recibir algunos empujones para poder decir: yo jalé la soga. Uno podía escalar un poco y luego caía sobre otros, que jalaban y reían. La figura aborigen en forma de pétalo estuvo izada en menos de tres o cuatro minutos.

Posteriormente, el que firma estas líneas se retiró. Desde otras partes de la ciudad, se escuchaba lo que sucedía, de pronto se oía la voz cavernosa de un deathmetal, bastante antimusical, y luego, se abría paso su reverso, un melodioso David Blanco, también llegaban señales de reggetón y hip hop, según como soplara el viento. Eso, damas y caballeros, suelen ser las Romerías.

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