Cuán distante veíamos el número 20 quienes hace unos quince años llegamos, también muy jóvenes, a esta “fiesta innombrable”, los que incluso al calor de aquellas ediciones definimos el camino hacia una profesión, que es definir la propia vida, en mi caso el periodismo. Por eso, celebrar estos primeros veinte años de Romerías sin dudas emociona, y escribir estas líneas es como saldar una deuda con muchos amigos.
Ya olvidé qué ocasión es esta que La Luz me honra al darme la responsabilidad de reseñar el desfile de coches, y vuelve a ser difícil intentar a través de las letras transmitir la emoción de este momento, que abre las puertas de las Romerías cada año.
Los coches en los alrededores de la Plaza de La Marqueta, el ajetreo de los delegados buscando en cuál montar, bajarse del que está reservado para alguna nación participante, con su respectiva bandera y la ofrenda floral para los libertadores de América o a veces subiendo a uno y asumiendo el rol del visitante que no llegó a tiempo y también con orgullo tomando la enseña de alguna nación y depositando las flores.
Pero nunca deja de emocionarnos la hilera de coches por la Avenida de los Libertadores con el Himno de la Alegría de fondo, y es emocionante percibir la emoción de los Romeros, sobre todo de los que viven la experiencia por primera vez.
Y todo sucede como una verdadera aventura, los caballos a tropel, la inevitablemente jocosa y fraternal competencia que nunca falta y los dos finales, uno en la Vocacional José Martí, frente a la estatua del Apóstol y el segundo en ese lugar íntimo, acogedor, y mágico, el Bosque de los Héroes en la Plaza de la Revolución, allí nos quedamos para disfrutar del concierto, casi siempre mojado por la lluvia o el rocío.
Concierto que esta vez protagonizó Roly Berrío y La Trovuntivitis, como para cerrar con broche de oro un ciclo de una cita por la que han pasado inolvidables voces como Liuba María Hevia, Carlos Varela, Raúl Torres y Santiago Feliú, por solo mencionar algunos de los tantos que han hecho que la noche del 2 de mayo sea imborrable como la Romería en sí misma.
Dijo Carlos Gardel en ese conocido tango “que veinte años no es nada”. En nosotros los humanos, 20 años es una edad bella, la plenitud de la juventud. Es increíble, han pasado 20 años desde aquel momento fundacional en que el joven periodista le comentó al maestro su idea, inspirada en la antigua tradición religiosa. Él dijo: Romerías de Mayo, y el inolvidable arqueólogo acotó: Porque no hay hoy sin ayer.
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