Tomado de www.ahora.cu
miércoles, 16 de mayo de 2012
Recordando las Romerías
Por Leandro Estupiñán Zaldívar
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Poco antes de que las Romerías fuesen convocadas para su edición 20, en
el tradicional espectáculo de elevar el hacha hasta la cima de uno de
los 18 plantas, ante la mirada curiosa de la muchedumbre allí reunida,
jóvenes y menos jóvenes, individuos solos o en familia, ocurrió el
cierre del evento Memoria Nuestra, sin las palabras del politólogo
Rafael Hernández, como estaba previsto.
El jurado premió a la investigación “Un proceso cultural cubano: del
determinismo jurídico al derecho antropológico en la República
(1901-1953)”, de Leodanis Torres y Yoiner Díaz, así como el proyecto
“B.M.N: ¡preparen!, ¡apunten! La ciudad en el imaginario bayamés
contemporáneo”, de Carlos M. Gómez Ramírez.
También otorgó dos menciones: “Otro canto de los nuestros. Selección de
la más reciente poesía holguinera”, de Yusmel Pérez y “La música del
grupo Caidije en las ceremonias del vudú haitiano”, de Heydy Cepero
Recorder.
Presidido por la Doctora María de los Ángeles Arias e integrado por los
Doctores en Ciencias Luis Aguilera y Alejandro Torres Gómez de Cadiz, el
Máster en Ciencias David López y el Licenciado Carlos Yoga, el jurado
del Memoria Nuestra, evento de la Romerías para el análisis y discusión,
evaluó 23 trabajos en concurso. Y con la premiación, las Romerías
ofrecieron una de sus últimas actividades.
Fue una semana signada por la frescura del arte callejero, así como por
el alud de propuestas culturales abiertas al citadino común. Algunos las
disfrutaban.
Otros miraban de soslayo a los artistas reunidos bajo la sombra de un
árbol en el parque Calixto García, desafiando la temperatura y la abulia
de algún custodio que, en lugar de escuchar música (donde la hay), se
queja por el “ruido” de los muchachos (que son artistas). Hubo descargas
dignas de recordar, donde el jazz se fundía con los tambores y la
poesía leída por una muchacha mientras la tarde a un costado seguía
cayendo.
Superiores a la última edición, para mi gusto, las Romerías aún deben
insistir en el cumplimiento de horarios previstos para cada actividad
anunciada. Alguien debe respaldar la propuesta del artista y premiar así
la asistencia del público, sean cientos, o una sola persona. Para
lograrlo, el más distante en la cadena del comité organizador (y uso
cadena porque es una buena imagen), aquel que tiene responsabilidades
menores a simple vista, deberá amar su trabajo tanto como lo ama el de
mayor rango en dicha estructura.
Cuando quienes tienen bajo su tutela la realización de alguna propuesta
la asuman aún con más entrega, una exposición no permanecerá en el
teatro Suñol sin la más mínima referencia sobre autor o temas, o un
invitado nacional, de gran relevancia, no se verá relegado por un mar de
acontecimientos, algunos de menor importancia al que nos proponía. La
correcta jerarquización de invitados y una manera mejor de subrayar a
tiempo los proyectos que llegan desde otras provincias (algunos muy
dignos de promoción en los medios de prensa) deben incorporarse a cada
edición.
Tomemos en cuenta que Romerías de Mayo es un nombre con una connotación y
que el año siguiente, su veinte aniversario, muchos pondrán sus ojos en
ellas.
El evento merece mayor colaboración de empresas y estructuras
beneficiadas con la visibilidad que cada año le concede a la ciudad. No
se pueden desaprovechar momentos como el que se realiza por segunda vez
en el estadio, donde sucede un espectáculo que podría convertirse en
otra entrada de fondos y en un momento de recreo peculiar. Basta
pensarlo como gran espectáculo, como espacio de comercialización e
intercambio, como fiesta abierta y sustentable.
Ya lo hemos comentado: las Romerías me parecen superiores. Otra vez,
grandes e impresionantes exposiciones de artes plásticas,
representaciones de teatro en plena calle, conciertos, ponencias,
recuerdos, carreras de un lado a otro para no perderse nada, música en
el ambiente, películas y personalidades conocidas con las que uno
tropieza dentro de un centro comercial cualquiera, como si fuera uno más
de esta ciudad. Y de eso se trata, creo: de que todos, en Romerías, nos
sintamos como uno más, alguien que vive y recuerda bien el peculiar
evento de mayo.
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